Tengo una enorme lista de restaurantes en mis notas de móvil pendientes de visitar. Unos me dan más pereza conocerlos, por distancia, porque sé que no me van a aportar mucho, pero tengo un pequeño número de locales a los que con sólo pensar en ir ya se me dibuja una sonrisa. Dos de esos restaurantes eran El Cuartel del mar en Chiclana y la Taberna del Chef del mar en el Puerto de Santa María. Este fin de semana los he podido conocer. Los dos en Cádiz, los dos con el mar como protagonista. Conceptos diferentes pero igualmente atractivos. Hay algo de festivo, de celebración, en poder comer donde llevas tanto tiempo queriendo ir. Pero eso conlleva que las expectativas son altas y suele ocurrirnos que normalmente esperamos más de lo que recibimos. Esto puede conducir a desilusiones si la experiencia no cumple del todo con lo que se espera. Hace tiempo que pocos restaurantes me llegan a sorprenderme, más cuando comes en 10/15 establecimientos diferentes al mes. He disfrutado de experiencias gastronómicas interesantes en diferentes escenarios. Estas experiencias han ocurrido tanto en restaurantes y bares modestos, así como en establecimientos de nivel. La conclusión es que la buena hostelería debe ir más allá de lo que se sirve en el plato. Debe tratarse de una experiencia completa en la que el producto, el servicio, la decoración, la luz, y por supuesto, la relación calidad/precio, jueguen un papel protagonista. Cada detalle cuenta para satisfacer y superar las expectativas del cliente.
El Cuartel del Mar es un espacio de Azotea Grupo, situado en la playa de La Barrosa en Chiclana de la Frontera, que recupera una antigua casa cuartel de la Guardia Civil, para ofrecer cocina de producto de alta calidad, diseñada por el chef Manu Berganza, una coctelería exclusiva que firma Luca Anastasio, una terraza mirador y una pequeña galería de arte. Un diseño arquitectónico del estudio More&co, que propone una intervención muy respetuosa, que pone en valor las características únicas del edificio y del entorno de la Playa de la Barrosa. El respeto por el entorno no pasó sólo por potenciar el valor natural e histórico del conjunto, sino que además lo integra utilizando materiales y técnicas constructivas locales, de uso tradicional. El mar tiene una presencia destacada en esta carta fresca inspirada en la gastronomía y el producto local, donde predomina el toque ahumado de la brasa, con sus piezas de pescado entero a la parrilla. Está diseñada para compartir y así poder crear una experiencia gastronómica a medida de cada mesa. Eso es lo que nos cuenta su estupenda web. Pero el Cuartel del mar presenta una carta frecuente, insistente en las nuevas aperturas de restaurantes de cierto nivel. No hay riesgo en su oferta, no hay pellizco en la proposición, algo que marca la diferencia entre una propuesta de valor y una simple propuesta comercial. Parece una diferencia sutil pero no lo es. Lo cierto es que se come bien, pero le falta corazón. Una interesante degustación de atún en preparaciones en crudo por 39,00€ (algo excesivo de precio), una sabrosa alcachofa con queso Payoyo 18,00€ o salmonetes de roca 16,00€ (8 piezas). Todo correcto, nada destacable. El sitio es perfecto para una cenita y una copa, pero no os va a sorprender por la originalidad de su propuesta.
El otro restaurante donde hicimos parada tras recorrer unos 40 kilómetros dirección Cádiz, es la Taberna del Chef del mar, en el Puerto de Santa María. Pensé en parar en este establecimiento antes de volver a casa porque sabía que era una cocina que a mi mujer le iba a gustar. Lo cierto es que este restaurante no deja indiferente a nadie con su enfoque innovador y su interpretación única de la gastronomía. La Taberna del Chef del mar combina ingredientes de alta calidad con técnicas culinarias vanguardistas para crear platos originales y sabrosos. La carta es singular, diferente, una verdadera exaltación al mar, con platos heredados de Aponiente y elaboraciones propias pensadas para probar un poco de todo del I+D de Ángel León. Al final terminas comiendo en una terraza corriente pero pagando el doble que en cualquier otro sitio y con la Espada de Damocles de tener tiempo limitado porque se acaba tu turno de mesa. Es el típico restaurante en el que dices: “está bien… Pero seguramente no volveré”. Nuestro tapeo, que no comida, consistió en unas tostas de sardinas con berenjena 11,00€ (insípidas y bastante aburridas), las láminas de dorada con plancton 21,00€ (sabroso e instagrameable), croissant negro 9,50€ (ni fu ni fa), el pan de cangrejo por 9,50€ y el imprescindible arroz de plancton, una verdadera maravilla de sabor, pero muy pequeño de tamaño por 28,00€. En total 93,60€ el tapeo de los dos y salimos con hambre… Y lo cierto es que me apena que no me emocionara, porque si merece la pena, el precio se hace más justo. Lo que os decía de las expectativas.
Creo que lo más importante en una experiencia gastronómica es la capacidad de disfrutar y apreciar cada momento, independientemente de si ocurre en un entorno modesto o lujoso. Lo que realmente importa es la conexión emocional que se establece con la comida, las personas y el ambiente, y cómo estas experiencias dejan una huella duradera en nuestros recuerdos. Valoro las experiencias gastronómicas que me hacen sentir emociones y que dejan una impresión duradera en mi memoria. Sea cual sea el escenario, lo más importante para mi es que me sorprendan. Sabéis que intento ser lo más honesto y constructivo posible en mis críticas. Cuando evalúo un restaurante o plato, intento enfocarme en señalar tanto los aspectos positivos, pero también aquellos que pueden mejorar. Los comentarios útiles y específicos ayudan a los empresarios hosteleros a crecer y perfeccionar su oferta culinaria. La experiencia como narrador gastronómico es un proceso de aprendizaje constante y yo tengo mucho que aprender aún. Pero he tachado, con más pena que gloria, dos restaurantes de mi lista que tenía muchas ganas de conocer. Por supuesto seguimos a la búsqueda de ese local que emocione, que nos haga disfrutar, para poder contaros las bondades de nuestra gastronomía. Cuidado, que esto no quita que vayáis a conocerlos para sacar vuestras propias conclusiones, que seguro serán diferentes a las mías. Son dos grandes negocios, pero a mí me pillan un poco cascado. Pensamiento suelto “No puede haber Atún rojo de Almadraba para tanta gente”.