Bar Las Teresas

Calle Santa Teresa, 2, Casco Antiguo, 41004 Sevilla
Teléfono: 954 21 30 69

En una esquina del barrio de Santa Cruz, donde las calles se estrechan como si quisieran guardar secretos, sobrevive uno de esos bares que parecen no estar sometidos al paso del tiempo. Entre patios con macetas y fachadas encaladas, Las Teresas lleva 150 años defendiendo una forma de estar, de comer, de vivir Sevilla. En un casco histórico rendido muchas veces al turismo de paso, este bar sigue siendo ese refugio donde el camarero te llama por tu nombre y la tapa de jamón llega como debe: en plato blanco, sin florituras. A diferencia de tantos locales que se han dejado seducir por las modas gastro, aquí no hay mesas reservadas ni cartas digitales. Lo que sí hay es una barra de mármol donde cada cuchillo tiene su historia y donde el jamón se corta al vuelo, con el pulso firme de un encargado que lleva décadas afinando lonchas como quien talla marfil. No hay soporte moderno, ni pinzas de acero: solo un peso antiguo, una servilleta bajo el hueso, y una destreza que emociona. El Bar Las Teresas se fundó en 1870 como un humilde colmado. Este rincón sevillano comenzó sirviendo vinos y chacinas entre sacos de legumbres y latas de conservas. No fue hasta 1949 cuando Plácido Sánchez Muñoz, un salmantino que llegó con ganas de forjarse un futuro en Sevilla, arrendó el local y le dio el nombre que aún conserva, inspirado por el cercano convento de Las Teresas. Desde entonces, el establecimiento fue dejando atrás su alma de ultramarinos para abrazar, poco a poco, la de taberna con solera, donde la barra se llenaba de parroquianos fieles y el aroma del jamón recién cortado pasaba a formar parte del paisaje. Hoy, con Luis Sánchez García al frente, hijo de Plácido y heredero de esta institución sevillana, y ya con la tercera generación implicada, Las Teresas no solo conserva su esencia, sino que se ha convertido en uno de los templos del tapeo sevillano, sin renunciar a sus raíces ni dejarse deslumbrar por los focos del turismo. Luis sigue viajando cada año a Jabugo y Guijuelo para elegir personalmente los más de 600 jamones que pasan por el bar. “Lo importante no es la cantidad, es la fidelidad a la calidad”.

Entrar en Las Teresas es como entrar en una postal de otra época. Las paredes, tapizadas de fotografías, carteles de toros y reliquias sevillanas, son un álbum familiar abierto al público. El techo es un pequeño milagro cárnico: una constelación de jamones colgados que parece desafiar la gravedad, formando un cielo rústico que impregna el aire de identidad ibérica. Y entre todo eso, los cuchillos jamoneros tienen su propio altar, expuestos con orgullo junto a sus años de servicio, como si fueran excombatientes de una batalla sabrosa. Y aunque el bar ha crecido —ahora cuenta con dos comedores adicionales, uno justo enfrente y otro donde antes estuvo el colmado original—, todo respira autenticidad. En este templo gastronómico, la decoración no es mero ornamento: es una declaración de principios. El suelo de baldosas tipo damero —blanco y marrón— evoca una época en la que el tiempo transcurría más despacio. La barra en forma de L, robusta y generosa, pintada en tonos rojizos con molduras verdes, acoge desde tempranas horas a parroquianos habituales y curiosos viajeros. La carta, plastificada y ajada por las manos del tiempo, resiste la modernidad como un manifiesto de autenticidad. Hasta los camareros, con el porte clásico de quienes sirven historia en cada plato, forman parte del alma emocional del local.

Aquí no hay menú degustación ni platos reinventados. Aquí hay jamón, queso curado, salchichón, y papas aliñás que merecen denominación de origen. Sabores auténticos que recorren chacinas como la caña de lomo y morcón ibérico 4,50€, chorizo y salchichón ibérico 4,00€, lomito y morcilla del año. En la plancha, destacan la punta de solomillo al whisky 4,75€, secreto, presa y cinta de lomo ibérico adobado 4,75€, junto a opciones como tira de buey de Kobe 5,25€, morrillo de atún 4,50€, champiñones plancha 4,25€, pincho de gambas 4,75€, ventresca de atún rojo o chipirones plancha 4,50€. Los fritos reúnen delicias como tortillitas de camarones, pavía de bacalao 4,75€, calamares, puntillitas, boquerones, salmonetes, pijotas, acedías, taquitos de merluza y cazón en adobo, todos por platos. En los aliños no faltan las papas aliñadas 4,50€, pulpo aliñado 4,75€, pimientos asados 4,50€, boquerones en vinagre 5,50€, huevas aliñada 5,00€ o judiones aliñados 4,50€. Las conservas y salazones ofrecen joyas como salmón ahumado con trufa 5,00€, ijada de atún rojo 5,50€, huevas de maruca 4,50€, melva canutera 4,50€, mojama de Barbate y anchoas del Cantábrico. Y para los amantes del cuchareo, guisos por 4,75€ de lomo con tomate, espinacas con garbanzos, carrillera ibérica, menudo, costillas ibéricas en salsa o salchichas al vino blanco. Para acompañar, gazpacho fresco 4,50€, sangría y unas buenas olivas completan la experiencia…. Platos que saben a casa.

Todo recién traído, todo bien hecho. Y por si fuera poco, los domingos hay arroz, con tropezones de jamón ibérico, servido justo a la una y media, como dicta la tradición: la hora exacta en la que los fieles salían de misa para pasarse por Las Teresas a alimentar el cuerpo. Luis lo tiene claro: “Esto sigue en pie porque no hemos querido dejar de ser lo que somos”. Y esa frase lo resume todo. Las Teresas no es solo un bar. Es una forma de entender la vida, una resistencia callada al postureo gastronómico, un rincón donde el tiempo se sienta a la barra, pide una copa de oloroso, y suspira con gusto. Así, entre jamón, historia y buen servicio, Las Teresas sigue siendo ese bar de barrio donde aún se tapea con alma. Y aunque lo hayan descubierto los turistas, sigue siendo, sobre todo, un bar de los sevillanos.

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