Plaza del Altozano, C. San Jorge, 1 ACC, 41010 Sevilla
Teléfono: 955 19 75 60
Esta historia comienza en una oscura, húmeda y maloliente tabernilla que entierra sus raíces en la Sevilla del siglo XVIII. En aquella época, Sevilla era la ciudad más populosa y alegre del país, en gran parte por ser un puerto importante en el comercio con América. Muchas eran las personas que vivían, trabajaban y se enriquecían en esta urbe que encarnaba el apogeo, el lujo, el boato, el brillo, y también la confusión y el desorden que acompañaba a las metrópolis del Imperio Español. Al puerto arribaban hombres que durante semanas habían surcado los mares y querían pasárselo bien. Tenían dinero fresco en el bolsillo. Era una ciudad que no dormía y durante la noche se desataban las pasiones. Por aquellos años existía una taberna en el Altozano famosa por las malas pulgas de su propietario, José Sánchez (Berrinche).
La casa donde se encontraba Berrinche fue levantada a principios del siglo XVIII y derribada en 1926 durante la remodelación del Altozano impulsada por la Compañía de Tranvías, que planeaba la nueva línea de Camas. Lo cierto es que nunca se repuso del embate de un tranvía que perdió el rumbo (y los frenos) en la empinada cuesta abajo del puente incrustándose en sus ya castigados muros un sonado día del año 1912. Se tienen noticias de que en Berrinche se reunía gente taurina y flamenca, y que allí cantó, en una de las épicas juergas, Manuel Cagancho. Años después y tras la renovación del edificio que hizo Gómez Millán, pasó por varias etapas, convirtiéndose primero en el Café Ideal y posteriormente en dos sucursales bancarias. El Grupo Premier de los hermanos Enrique y Martín Maíllo, ha recuperado su antigua estética, honrando así el nombre y la función para la que fue concebido el edificio.
Este nuevo establecimiento rescata la elegancia y el espíritu de aquellos cafés cantantes del siglo XIX, donde el flamenco amenizaba las noches de las minorías pudientes de antaño. Una decoración cuidada, simulando aquella armonía que sugerían los vetustos tapizados de satén, los grandes espejos y los reservados ideados para reuniones privadas que se podían encontrar en los tugurios de la época. El uso de colores neutros y materiales naturales como la madera y la piedra, le aportan innovación a la escenografía. La luz inunda el interior del local a través de sus grandes ventanales a la Plaza del Altozano, donde el trasiego de viandantes es continuo. Espero en la terraza de San Jacinto a que me traigan un vermú perfectamente adornado con su rodaja de cítrico. Tengo que decidir que pedir de comer y me pongo a repasar una enorme carta que comienza con sugerencias del chef: Gambas blancas 20,00€, langostinos de Sanlúcar 24,50€, carabinero plancha 22,00€, vieira gratinada con alioli 6,50€, pata de pulpo plancha 24,00€ o cualquiera de sus arroces. Tapas como la tartaleta de gulas 4,80€, musaka del chef 7,00€, bombón de solomillo Duroc 7,00€, corvina plancha con ajo blanco de coco 6,95€ o las patitas de calamar en su tinta 6,95€. Entrantes para compartir como la ensaladilla de langostinos 12,50€, puntillitas fritas 15,80€, surtido de croquetas 13,00€, alcachofa confitada con gambón 16,50€, tataki de lomo alto 16,95€ o huevos rotos con chistorra 13,95€. Pescados como el bacalao gratinado 19,50€, merluza al horno 20,00€, cola de rape con crema de piquillo 21,50e o corvina plancha con cous cous negro 19,00€. Guisos como la carrillada suave 14,50€, caldereta de pescado 12,95€ o el calamar relleno de carrillada 23,00€. Secreto de Duroc 17,50€, lomo bajo de vaca 21,00€, chuletón de ternera 70,00€ o chuletón de vaca madurada 90,00€. De postre crema de galleta María 6,50€, tarta de queso Idiazábal 6,50€, torrija de pan brioche 6,50€ o coulant de chocolate 6,50€. Importante carta de vinos de Jerez, Champagnes, coctelería y cafés. Además ofrecen desayunos, tanto tradicional como brunch. Os dejo la carta completa.
Lo cierto es que la comida en Casa Berrinche no trasciende en absoluto. Y es que en los centros de las ciudades han proliferado restaurantes con cartas similares, no sé si con la excusa de que “eso es lo que quiere el cliente” (el cliente come lo que decide el cocinero y no al revés) o porque hay propietarios de restaurantes que confían más en el decorador que en su cocinero. Existen una serie de motivos para que las cartas se hayan homogeneizado: Por un lado, la moda de determinados platos que aparecen en los restaurantes y que, al haber demanda, empiezan a salir (todos sabéis cuales son). Platos que además deben ser ‘fotografiables’ y quedar bien en las redes sociales. Y por supuesto, el uso masivo de la quinta gama para agilizar las cocinas. Hay una tendencia global en las ciudades a desplazar la hostelería local hacia los turistas y la economía del ocio. Nuestra restauración es algo que debemos tener muy en cuenta en las políticas urbanas, especialmente en aquellas más turísticas, a nivel internacional, y es absolutamente inseparable de la construcción de los espacios, de la influencia sobre la economía y los puestos de trabajo que genera… Casa Berrinche ha recuperado una esquina del Altozano que destila historia. Por eso creo que en general le falta alma y esencia al concepto. De cualquier forma lo mejor es que vayáis a conocerlo de primera mano.