Camino Hijuela de la Gitana, 1, 41907 Valencina de la Concepción
Teléfono: 954161213
Durante este año, el Niño de la Rubita cumple cuatro décadas desde su apertura. Un año especial para este restaurante histórico ubicado en la confluencia de cuatro términos municipales del Aljarafe. Casi medio siglo que supone la confirmación de un momento dulce para un establecimiento que, a pesar de su dificil localización, ha acumulado una dilatada historia, sabiendo actualizarse y desarrollando una personalidad propia de la mano de Luisa Oliver, hija de Manuel, fundador del negocio. Luisa, ahora al frente, no pierde de vista sus orígenes. El Niño de la Rubita pertenece a ese tipo de restaurantes que quienes escribimos dejamos en ocasiones, de una manera no siempre justa, en un segundo plano frente a novedades o a proyectos que apuestan de una manera más decidida por la vanguardia creativa. Es verdad, sin embargo esta parrilla ha conseguido en buena medida convertirse en una excepción, manteniendo y aumentando sus incondicionales clientes, a pesar del momento vibrante que atraviesa la ciudad de Sevilla en términos gastronómicos. Aún así, nunca está de más insistir en las virtudes de este tipo de negocios que saben leer su legado con orgullo y entenderlo como un bagaje, pero no como un corsé, llevándolo a un terreno en el que pequeñas dosis bien medidas de actualización lo complementan y lo enriquecen.
El Niño de la Rubita comenzó siendo una vaquería. Manuel, el abuelo paterno de Luisa, y su hermano, tenían dos fincas juntas. Con el paso de los años Manuel Oliver hijo se queda con su parte del terreno junto con su hermana. Cuando se casa, comienza a vivir en esta casa, que por aquellos años estaba alejada de todo, lo más cercano era la Barriada de La Inmaculada o el Barrio Obrero, al otro lado de Castilleja. Aquí monta un negocio muy apartado al que había que traer clientes. Después de tantos años, este es, seguramente, el mayor logro de Luisa: haber sabido interpretar la historia del local, aportarle una ligera actualización que no lo traiciona, y crear un equipo capaz de gestionar con soltura un restaurante siempre abarrotado, de enorme éxito entre los visitantes que llegan de la ciudad, pero también entre el público local. ¿Cómo se logra esto? En primer lugar con un espacio acogedor, que ha sabido preservar el carácter histórico, particularmente con su bonito comedor de arcos de medio punto y los cuadros con motivos taurinos, algo que encaja con ese carácter atemporal del restaurante. Colores grana y amarillo albero en las paredes le dan al espacio una estética torera y andaluza rematada con cortinas de raya inglesa, típicas en este tipo de mesones. Mobiliario castellano y luz tenue. Fuera, una gran terraza para los días de calor. La cocina, con su antiguo horno de leña, esta a la vista del cliente. Entre los dos salones suman unas 140 personas comiendo a la vez. Como gerente, Luisa trata que su equipo sea compacto. Cuando atienden cada uno tiene su roll y ocupan su zona del local, tratando de atender con eficacia y tapando los posibles fallos. Un equipo super joven, formado por la segunda y la tercera generación de la familia. Una cosa que hay que destacar es que no admiten más público del que pueden abarcar, algo que siempre es de agradecer.
Cocina tradicional basada en el horno de leña y en nuestro recetario más secular. Con guisos tradicionales, comida casera y platos tan emblemáticos como el rabo de toro, la pierna de cordero, cochinillo asado, carnes ibéricas o un buen arroz. El resultado es una carta de esencia local, de producto y de recetario clásico, en la que es posible comenzar, por ejemplo, con una ración de queso 15€, croquetas caseras 10€, langostinos al ajillo 10€, chorizo al infierno 7€ o la sabrosa pringaita 3€. Unas enormes ensaladas de aguacates y langostinos 12,5€ o el aliño de tomates y melva 10€. Arroces de la casa, negro, marinero, arroz a banda 13€/pp o el arroz con perdiz 15€. Luisa asegura que quiere reforzar el tema de los guisos, porque en las casas no hay tiempo físico para cocinar un buen cuchareo de garbanzos, berzas… Elaboraciones contundentes como el menudo con garbanzos o las migas extremeñas, que son el resultado de una cocina sin prisas y que no escatima en producto. Un menudo que recuerda a las especias de las cabrillas, bien trabajado y el toque justo de picante. Untuoso, aunque no excesivo, con una tripa cortada no demasiado pequeña que invita a mojar pan. Entre los guisos tenéis las espinacas con garbanzos 10€, carrillada al vino tinto 12,5€, perola de la casa o de la huerta 10€, huevos de corral fritos 6€, finger de pollo 6€ o huevos rotos con jamón 13€. A la parrilla encontramos el solomillo de cerdo ibérico 16€, presa ibérica 18€, una enorme parrillada de carne 20€, chuletón de ternera 45€/kg, lomo de novillo 20€, costillas BBQ al horno 18€, pechuga de pollo 10€, tomahawk 72€/kg o tentación de solomillo 14€. El cochinillo y el cordero son por encargo. Postres caseros como la tarta de la abuela, tarta de queso, marquesa de limón o tocino de cielo 5,5€.
Los platos son muy generosos, por eso Luisa tantea a sus clientes para intentar que pidan lo justo para no dejar comida “No me gusta cuando queda comida en los platos, por eso guío a las personas en función de como los vea”. Dice Luisa que ” Quiere que sus clientes se sientan como en casa”. Clientes que ella considera familia y con los que ha creado un fuerte vínculo. Hay que adaptarse a los tiempos, y como es obvio, el contexto ha cambiado mucho desde el año 1984. Han cambiado sobre todo los métodos de trabajo, la tecnología utilizada… pero lo importante es que no se pierda la filosofía de ofrecer el producto de más calidad y un trato al cliente que le haga sentirse a gusto. El Niño de la Rubita no sólo ha sabido leer su pasado sino que ha entendido el momento actual y ha sabido interpretar su papel en la cocina de la provincia. Lejos de conformarse, Luisa ha sabido enriquecer su carta con respeto, pero sin complejos, y ha sabido crecer. Todo esto sin haber renunciado a una cocina de producto y de raíz local, a una propuesta gastronómica apta tanto para el cliente recurrente, que busca el confort de los clásicos de siempre, como para el visitante que quiere explorar la materia prima y el recetario local. No es fácil mantener un espacio así durante décadas, y hacerlo además sin caer en los tópicos, sin echar mano de recursos fáciles. Y eso es, precisamente, lo que han conseguido en El Niño de la Rubita, entendiendo cuál es su camino para consolidarse como el clásico contemporáneo que es por derecho. La relación calidad-precio es bastante equilibrada. Nuestra comida para tres personas fue de 78,10€. Gracias a Luisa por su hospitalidad.