El Valle del Jerte, situado en el norte de Extremadura, es uno de los destinos más impresionantes de la provincia de Cáceres. Este valle, que se extiende a lo largo del curso del río Jerte, es famoso por su entorno natural único, donde los espectaculares cerezos en flor pintan el paisaje de blanco cada primavera, creando una de las estampas más bellas de España. Sin embargo, más allá de su belleza paisajística, el Valle del Jerte es también un lugar de rica tradición cultural, que se refleja no solo en sus fiestas, costumbres y arquitectura, sino también en una gastronomía profundamente arraigada en los productos locales y en las prácticas culinarias que se han transmitido a lo largo de generaciones. La comarca cuenta con un clima que favorece una agricultura variada, destacándose, además de los cerezos, cultivos como la pera, el manzano, el melocotón y, por supuesto, el excelente aceite de oliva. A todo esto se le suman los productos ganaderos de la región, como el cordero, el cerdo ibérico y las diversas setas que se recolectan en sus bosques, lo que hace que la gastronomía del Valle del Jerte sea tan variada como sabrosa. En este artículo, te invitamos a recorrer una ruta gastronómica por este rincón de Extremadura, donde haremos una parada en algunos de sus restaurantes más representativos. Desde los platos más tradicionales, basados en ingredientes autóctonos, hasta las propuestas más innovadoras que fusionan la cocina local con técnicas modernas, el Valle del Jerte ofrece una amplia gama de sabores que harán las delicias de cualquier amante de la buena mesa. Prepárate para descubrir no solo los sabores, sino también la historia y el alma de esta región, que se refleja en cada plato servido en sus restaurantes.
Nuestra primera parada antes de llegar a destino es Casa Tomás, un emblemático restaurante de Plasencia, la ciudad más grande del valle. En un ambiente acogedor y tradicional, Casa Tomás se ha consolidado como uno de los pilares de la gastronomía local, destacándose especialmente por su oferta de platos típicos extremeños. El restaurante es famoso por sus especialidades de cordero, como el “cordero lechal al horno” o las “migas”, y su enfoque en productos de proximidad de la región. Los comensales pueden disfrutar de un ambiente cálido, decorado con detalles que evocan la esencia de la tierra extremeña. Aquí, la cocina casera y el trato cercano convierten la experiencia en una excelente primera parada en nuestra ruta por el Valle del Jerte. La comida para tres, 80,40€. Después de disfrutar de la gastronomía de Plasencia, nos dirigimos a Hervás, un pintoresco pueblo que forma parte del Conjunto Histórico-Artístico del Valle del Jerte. Este encantador enclave, conocido por su judería bien conservada, su arquitectura medieval y sus estrechas callejuelas empedradas, es una parada obligatoria para los viajeros que se adentran en la región. Hervás se encuentra a orillas del río Ambroz y es el lugar perfecto para hacer una pausa, recorrer su casco antiguo, y disfrutar de su arquitectura tradicional. Además de su belleza, el pueblo cuenta con una gastronomía de calidad, que se mezcla con las influencias culturales que dejó su pasado judío y la rica tradición ganadera de la zona. Contratamos uno de los muchos alojamientos turístico de este pueblo de 4.000 habitantes. La Antigua Farmacia es un lugar singular que combina la historia y la comodidad para ofrecer a los visitantes una experiencia auténtica y acogedora. Este alojamiento se encuentra en el casco antiguo de Hervás, en un edificio que ha sido cuidadosamente restaurado y que conserva su estructura original, lo que permite a los huéspedes disfrutar de un ambiente lleno de encanto.
Nuestra primera noche en Hervás fuimos a cenar a uno de los restaurantes más tradicionales y apreciados de la zona: Mesón El 60. Este local ofrece una cocina auténtica basada en productos locales y de temporada, destacando platos como el cerdo ibérico, las tostas de embutidos locales, y el cochinillo. El ambiente rústico y acogedor del mesón, con su chimenea y su toque de cocina de campo, hace que la experiencia sea aún más especial. El trato es cercano y la calidad de la comida no deja lugar a dudas. Es un lugar ideal para probar algunos de los sabores más característicos de la gastronomía extremeña en su versión más auténtica. La mejor cena del viaje por 64,00€. Por la mañana, decidimos emprender la Ruta de la Garganta de los Infiernos, uno de los senderos más emblemáticos del Valle del Jerte, un lugar de belleza natural incomparable. Esta ruta, que se adentra en un entorno de impresionante diversidad paisajística, nos ofreció una experiencia única, rodeados de montañas, bosques y cañones esculpidos por el paso del agua durante siglos. La Garganta de los Infiernos es un paraje natural protegido que forma parte del Parque Natural de la Sierra de Tormantos, y su nombre, aunque sugestivo y algo inquietante, hace referencia a la fuerza del agua que ha ido labrando las rocas a lo largo de los años, creando un paisaje de aguas cristalinas, cascadas y pozas de agua. Esta garganta es famosa por su biodiversidad, ya que alberga una gran variedad de flora y fauna, muchas de ellas exclusivas de esta zona montañosa. La Ruta de la Garganta de los Infiernos es, sin duda, una de las mejores maneras de conocer en profundidad la riqueza natural de esta comarca, y un recorrido que invita a la reflexión, la desconexión y el disfrute del aire libre.
Tras disfrutar de la naturaleza, continuamos nuestra ruta hacia Río Jerte, un pequeño pero encantador pueblo situado a orillas del río que le da nombre. En este pueblo se encuentra el Restaurante Las Veguillas, un establecimiento que ofrece una cocina respetuosa con los productos autóctonos. Las Veguillas destaca por su cocina tradicional con toques innovadores. Entre sus especialidades se encuentran la enorme parrillada, las setas de temporada, el cabrito y su famoso revuelto de setas. Además, su ubicación permite disfrutar de unas impresionantes vistas al río Jerte, lo que convierte la comida en una experiencia tanto gastronómica como visual. La comida nos costó 61,90€. Por la noche en Hervás tocaba conocer Azacán, un restaurante que se caracteriza por su enfoque en la cocina de autor. Con una decoración moderna y minimalista, Azacán se distingue por su carta creativa, que presenta productos de calidad con técnicas culinarias innovadoras. En Azacán, podemos degustar platos tan interesantes como el salmón lacado con tirabeques y shitake o las croquetas caseras que se hacen con productos autóctonos de la región. La fusión entre la cocina tradicional y las técnicas contemporáneas ofrece una experiencia gastronómica única en el Valle del Jerte, convirtiéndolo en un destino perfecto para los amantes de la cocina más elaborada. Nuestra cena para tres 88,40€. Algo caro para lo que llegó a la mesa.
A la mañana siguiente decidimos salirnos del Jerte y hacer una excursión a Ávila, una de las ciudades más emblemáticas de Castilla y León, conocida por su impresionante muralla medieval y su rica historia. Ávila, declarada Patrimonio de la Humanidad, es famosa por su monumentalidad y por ser la cuna de Santa Teresa de Jesús. El casco antiguo de la ciudad está lleno de calles empedradas, iglesias históricas y edificios que nos transportan al medievo, lo que la convierte en un destino perfecto para una visita cultural y gastronómica. Llegamos a Ávila sobre las 12 de la mañana, y lo primero que nos impresionó fue su muralla medieval, una de las mejor conservadas de Europa, que rodea todo el casco histórico de la ciudad. Impresionante en su tamaño y en su conservación, la muralla nos ofreció una primera panorámica espectacular de la ciudad. Tras recorrer algunos de los monumentos más destacados, como la Catedral de Ávila y el Monasterio de Santo Tomás, decidimos continuar nuestra jornada con una parada para el almuerzo en un lugar muy recomendado: el Restaurante Fandango, un local que ha conseguido convertirse en poco tiempo en uno de los establecimientos más apreciados de la ciudad. Situado en una zona céntrica, Fandango ofrece una propuesta gastronómica que fusiona la tradición castellana con toques andaluces, utilizando productos locales y de calidad. El ambiente del restaurante es elegante pero acogedor, con una decoración que refleja la cultura andaluza, muy del gusto del dueño, pero con un toque contemporáneo que le da frescura. En cuanto a la comida, comenzamos con una sopa castellana, un clásico que no podía faltar, morro frito, patatas revolconas y un chuletón de Ávila de más de medio kilo por poco más de 20 euros, reconociéndose los sabores auténticos de la cocina rural castellana. 70,60€ incluidos vinos y postre. Muy recomendable.
Por la noche reservamos en el restaurante A Fuego Lento en Hervás: Una Experiencia a Mejorar. Nuestra ruta terminó en A Fuego Lento, un restaurante que, a pesar de las buenas referencias iníciales, dejó mucho que desear en nuestra visita. Si bien el ambiente es acogedor, el personal es bastante distante y nada agradable. La comida no cumplió con las expectativas. Platos sin sentido que carecían de ese toque especial que caracteriza a los restaurantes más destacados de la región. Unas vieiras que no eran vieiras, un salteado oriental que tenia poco de oriental y estaba bañado en yuzu, acido y fallido, y seis costillas con patatas de paquete por 23 euros. A pesar de ello, A Fuego Lento sigue siendo un lugar popular entre los locales, y podría ser una opción para aquellos que busquen una comida relajada, aunque con margen para mejorar en términos de sabor y presentación. 82,00€ que me dolieron tener que pagar. En definitiva, la ruta gastronómica por el Valle del Jerte es mucho más que una simple experiencia culinaria; es una verdadera inmersión en la esencia de una región que, a través de sus sabores, su historia y su gente, revela la identidad de Extremadura. Desde los platos más sencillos, como las tradicionales migas o el cordero al horno, hasta las propuestas más innovadoras que fusionan lo mejor de la cocina local con técnicas modernas, el Valle del Jerte ofrece una variedad impresionante de sabores que invitan a descubrir cada rincón de esta comarca. Los restaurantes que componen esta ruta no solo destacan por la calidad de sus productos, sino también por su capacidad para transmitir la rica tradición culinaria de la zona, que se ha transmitido de generación en generación, preservando el uso de ingredientes autóctonos y técnicas ancestrales. Ya sea en el acogedor ambiente de Casa Tomás en Plasencia o en la moderna propuesta de Azacán en Hervás, cada parada de esta ruta nos ofrece una visión única de la gastronomía local.
Aunque algunos lugares, como A Fuego Lento, puedan haber dejado cierto margen de mejora, especialmente en términos de sabor y presentación, es importante reconocer que cada uno de los restaurantes visitados ha hecho su aporte a esta experiencia, permitiendo al viajero explorar no solo la cocina, sino también el alma de los lugares. La diversidad de opciones, desde lo más tradicional hasta lo contemporáneo, es una de las características que hace que esta ruta sea tan rica y fascinante, aunque mi consejo es que no os salgáis de la cocina tradicional. Todo lo que se salga de eso esta por mejorar. El Valle del Jerte, con su belleza natural, su historia y sus tradiciones culinarias, es el lugar perfecto para aquellos que buscan un destino que combine lo mejor de la gastronomía y el turismo. Al final, lo que realmente hace memorable esta ruta es la oportunidad de conocer en profundidad una de las regiones más auténticas de España, disfrutando de sus sabores y aprendiendo sobre su cultura a través de cada bocado. Sin duda, la ruta gastronómica por el Valle del Jerte es una experiencia que no solo satisface el paladar, sino que también enriquece el espíritu. Aquellos que se aventuren a recorrerla descubrirán un destino lleno de encanto y sabor, donde cada comida es una celebración de la rica tradición de Extremadura.